Dejar ir la mochila emocional

Me considero una persona activa, inquieta, curiosa. Me encanta aprender por aprender, disfruto de hacer cosas con las manos, resolver desafíos, ayudar a otros a resolver los suyos y retarme constantemente. En general, disfruto intensamente de mi vida. 

Con frecuencia me preguntan dónde encuentro el tiempo o la energía para hacer las cosas que hago. Quienes me conocen saben mi secreto: tengo trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH o ADHD en inglés). Fui diagnosticado de adulto cuando busqué ayuda profesional para lidiar con situaciones de la vida diaria que me abrumaban. En el momento de mi diagnóstico, hace unos veinte años, todo adquirió sentido. La distracción con unas cosas y el enfoque sostenido con otras, la frustración con cosas sencillas y la sencillez de hacer cosas difíciles. Las contradicciones cobraron sentido. 

Luego de mi diagnóstico empecé a meditar, reconocí mis limitaciones y fortalezas y aprendí a disfrutar de mis diferencias. Hoy en día le llamarían neurodiversidad. Al aprender a reconocer mis limitaciones como diferencias, le quité el estigma, me liberé de la vergüenza y simplemente me enfoqué en hacer ajustes en mi vida que me permitieran prosperar. Y me sentí próspero, en general, y por mucho tiempo. 

Sin embargo, esa prosperidad me llevó a retos cada vez más difíciles. Y los retos difíciles requieren de más recursos físicos y mentales, lo cual disfruto mucho. Pero… el requerir cada vez más recursos me deja exhausto, y eso significa que cuando la vida me presenta situaciones más allá de lo usual, ya no tengo recursos para atenderlas. Entonces viene la frustración, la rabia, los sentimientos de incapacidad, luego la culpa, y al final lo peor es que todo ese proceso se llevó aún más de esos recursos físicos y mentales que ya estaban agotados. Es horrible. 

Por eso, otra vez busqué ayuda profesional. Mi queja principal era una frustración intensa que me destroza en algunas situaciones y que no podía dejar ir. En ocasiones dura dos o tres días. Lo percibo, no lo quiero, pero no puedo escaparme. Necesito ayuda. Así que fui a psicóloga y a psiquiatra. La psicóloga me ha ayudado a explorar alternativas de tratamiento, pero tienden a ser estrategias que ya conozco y utilizo. Son los ajustes que he venido haciendo en mi vida y que me han ayudado mucho. Incluyendo el ejercicio, la meditación, la dieta balanceada, el compartir con amigos. Además de los trucos para evitar problemas por distraído: listas de cosas pendientes, un lugar fijo para cada cosa en casa (así no tengo que buscar las llaves o la billetera), entre otras. 

Finalmente, fui a evaluarme con un psiquiatra y su impresión fue tan simple como directa: llevo mucho tiempo viviendo con la inatención e hiperactividad sin tratamiento y eso requiere demasiados recursos mentales y emocionales, como ya lo mencioné. Y los ajustes de vida y los trucos que he utilizado ciertamente funcionan, pero no hace falta que los tenga que usar todo el tiempo. Según la evaluación del psiquiatra, con ayuda de la medicina correcta puedo regular mi atención, mi energía y mis emociones, sin tener que esforzarme todo el tiempo. Lo cual debe dejarme energía para atender las situaciones extraordinarias. 

Hace dos semanas empecé a tomar la medicina*. Tarda tres a cuatro semanas en hacer efecto notable ya que no es un estimulante. Tengo grandes esperanzas de que haga una diferencia. Especialmente espero poder soltar la frustración incapacitante que me invade. Al pensar en esa esperanza también siento tristeza. Si la medicina me ayuda como espero, he pasado toda mi vida cargando una mochila pesada que no me permite descansar, reponerme correctamente. En mi afán de resolver con mis propias estrategias he sido muy orgulloso y no busqué ayuda psiquiátrica antes. Ahora me pregunto cuántos problemas me hubiese evitado, cuánto sufrimiento causé innecesariamente. Siento que le debo disculpas a todos los que me han acompañado a lo largo de la vida. Y que me debo disculpas a mí mismo. No tengo que seguir luchando solo. Puedo pedir ayuda y dejar de luchar a diario. 

Por ahora me voy a enfocar en la esperanza. De una vida que pueda disfrutar y me permita descansar y reponerme. De una vida con alegrías, tristezas y hasta con frustración y rabia, pero que no me secuestre, que la pueda soltar y seguir mi camino. Esa es mi esperanza. Vamos a ver cómo se da la realidad. Ya te contaré. Deséame éxito. 

Cuídate. 

*No voy a mencionar el nombre por qué no soy médico y no quiero que parezca que estoy ofreciendo consejos sobre medicinas. 

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