Una red de apoyo es el conjunto de personas que están disponibles para acompañarnos y apoyarnos. Algunas redes hacen falta pocas veces, como los servicios médicos o legales, y otras hacen falta a diario, como la familia, especialmente cuando tenemos niños pequeños. Otras de esas personas de las redes de apoyo están disponibles en persona, otras lo están por teléfono o por otros medios. Algunas pasan mucho tiempo con nosotros, como nuestra pareja, y otras pasan muy poco tiempo con nosotros, como los corredores de seguros.
Sin embargo, algo que tienen en común es que son relaciones verdaderas: existe alguna razón que nos une, nos ayudan cuando necesitamos y nos confrontan cuando estamos equivocados, y así nos ayudan a crecer. Las redes de apoyo no tienen que ser muy grandes. De hecho, pueden ser pocas personas: la pareja, un mejor amigo, una mentora y un par de compañeros de trabajo. Lo importante es que tengamos redes de apoyo que nos provean apoyo, nos acompañen en momentos importantes (buenos y malos) y nos mantengan balanceados.
Por otra parte, están las redes sociales, que nos ayudan a conectar con cientos o miles de personas y servicios. Estos cientos de conexiones nos pueden parecer impresionantes en número, sin embargo, no significan nada si no nos acompañan en momentos importantes o nos ayudan cuando lo necesitamos. Es más, esos cientos de conexiones pueden ser nocivas cuando se convierten en acoso, cuando nos hacen dudar de nuestra imagen o nuestras capacidades y cuando nos alejan de conexiones reales.
Por ejemplo, seguir consejos de “influencers” acerca de dietas o ejercicios puede ser peligroso si estos influencers no se han tomado el cuidado de explicar en detalle las condiciones necesarias para hacer lo que ellos sugieren. En esos casos es más seguro consultar con profesionales (parte de la red de apoyo menos cercana y frecuente). Los profesionales van a preguntar sobre nuestras condiciones de salud, estilos de vida, intereses y entonces ofrecerán recomendaciones útiles.
Otro ejemplo tiene que ver con la familia (red de apoyo cercana y frecuente). ¿Cuántas veces nos perdemos de una actividad familiar ocurriendo frente a nosotros por estar conectados a otro “diálogo” viendo publicaciones en las redes sociales? ¿Cuántas veces nos perdemos un juego de cartas, una película en casa con la pareja, o una buena conversación por estar viendo gatitos, perritos o jóvenes bailando en las redes sociales?
Vale aclarar que las redes sociales no tienen que considerarse negativas. Ciertamente sirven para encontrar servicios, conectar con clientes, mantener algo de contacto con amistades lejanas y hasta para buscar un poco de chisme sobre lo que hacen algunos de la familia o del trabajo. El error está en reemplazar conexiones reales y necesarias por conexiones superficiales que no estarán disponibles cuando las necesitemos. Si sigues a tus amigos en las redes, entonces la relación existe fuera de las redes y esa es solo una extensión de la relación real. Por otro lado, si tienes miles de amistades o seguidores en redes y dejas de conectar con tus amigos del trabajo, de la universidad, o del barrio puede ser que cuando necesites a alguien que te ayude moviendo algo en casa no tengas a quien recurrir por que un mensaje o un click no van a levantar un sofá o abrir una puerta. Igualmente, alguien en la distancia de las redes sociales puede hacerte conversación en las noches, pero no puede bailar contigo, o decirte si la cena que preparaste sabe tan bien como se ve.
En resumen, podemos disfrutar de las conexiones en las redes sociales, pero sin olvidar las conexiones reales. La conversación con el vecino, compartir el café del descanso en el trabajo, ver la película en familia. Esas redes de apoyo son medicina para el cuerpo y el espíritu, nos recuerdan que somos parte de una comunidad, que somos queridos y nos dan la oportunidad de apoyar a otros como somos apoyados nosotros. Vamos a conectar, pero que sea más que un click.
Cuídate.