Todo y ahora. Eso es lo que he querido siempre. Quiero hacerlo todo, quiero lograrlo todo, y quiero que sea ahora, o lo más pronto posible. Sin embargo, obviamente, la vida me ha enseñado que hay un momento para cada cosa y que cada se da en su momento. Mi entusiasmo muchas veces me lleva a tratar de hacer mil cosas a la vez y el resultado, con frecuencia, es frustración por no completar lo que he empezado.
Sin embargo, a lo largo del tiempo he visto como poco a poco voy completando proyectos importantes cuando los tomo uno a la vez y les dedico el tiempo y la atención que requieren. Por eso ahora, a mis 48 años, pienso que puedo lograr casi cualquier proyecto que me proponga, solo que no puedo lograrlos en poco tiempo, ni todos a la vez. En otras palabras, ahora mismo puedo hacer cualquier cosa, pero no puedo hacerlo todo. Y lo que decida hacer puede requerir un tiempo que no se puede acelerar.
Déjame dar un par de ejemplos: Empecé a correr allá para el 2012 y en ese momento mi meta era completar una carrera de 5 kilómetros, en menos de 35 minutos, sin tener que caminar. Aunque era una meta alcanzable, me tomó más de seis años lograrlo. Cuando me planteé esa meta corría (caminaba) una o dos veces por semana, entre 3 y 5 kilómetros cada vez. Correr no era una prioridad ni algo que pudiera hacer con frecuencia. Los fines de semana los tenía comprometidos con actividades de mi hija, y compromisos familiares. Al llegar a la adolescencia, mi hija redujo a casi nada sus actividades extracurriculares y ahora yo no tenía compromisos y pude empezar a dedicar más tiempo al ejercicio.
Luego vino la pandemia y utilicé el ejercicio como terapia. Fue entonces cuando empecé a correr de forma habitual y de repente completé un 5k en 30 minutos, luego me reté a hacerlo en 27 minutos, y lo logré. Entonces me propuse la difícil meta de hacer un 5k en 25 minutos y casi no lo podía creer cuando se dio. Ahora corro más de 5 kilómetros cada vez que entreno y cuando corro esa distancia en carrera lo hago regularmente en unos 24 minutos. El año pasado completé mi primer maratón (escribí demasiado de eso en este blog) y correr es ahora parte de mi rutina.
De la misma manera, hace años me propuse escribir un libro sobre actividades de investigación para la sala de clase. Sin embargo, nunca le dedique tiempo de manera consistente. Trabajé en la estructura del libro, bosquejé un par de capítulos, pero no escribí nada. Me defraudé a mí mismo al no trabajar en una meta que me propuse. Sin embargo, algún tiempo después de haber olvidado mi meta del libro recibí una invitación a participar como coeditor de un libro sobre la actividad policial y los crímenes del estado. No lo que había pensado, pero es algo que conozco en detalle por la naturaleza de mi trabajo en la universidad. La pandemia, nuevamente, nos proveyó a los editores del libro el tiempo y el espacio para completar el proyecto. Este año se publicó bajo el sello editorial Palgrave Macmillan.
En el 2012 hubiese querido correr, escribir, llevar a mi hija a todas sus actividades, ver todas sus presentaciones, comer mejor, entre otras. En ese momento lo único que logré hacer de manera consistente, además de trabajar, fue llevar a mi hija a sus actividades y ver todas sus presentaciones. En ese momento no pude ser un corredor, tampoco pude ser un escritor, ni un editor. En ese momento solo pude ser un padre presente y amoroso. Y eso, junto con cumplir en mi trabajo, fue suficiente. No me sentí particularmente exitoso, pero me sentí satisfecho con mi rol de padre.
Ahora mi hija es una mujer adulta y ya no hace falta que la lleve a sus actividades ni que esté presente a diario en su vida. Ahora, entonces, tengo tiempo para otras prioridades. Puedo dedicar más tiempo a mis intereses, al ejercicio, a escribir, a pintar, a este blog. No sé qué otros proyectos se me presenten en el futuro, pero sé que, con un poco de paciencia, algo de trabajo y organización, de seguro podré completarlos, uno a uno, cada uno en su momento.
Mucho éxito en tus proyectos. Cuídate.